Esto implica varios aspectos clave:
* Identificación del problema: Claramente declarando cuál es el problema. Esto a menudo implica reconocer una brecha entre un estado deseado y el estado actual.
* Definición del alcance del problema: Determinar los límites del problema. ¿Qué aspectos están incluidos? ¿Qué aspectos están excluidos? Esto evita que el problema se vuelva demasiado amplio y difícil de manejar.
* Comprender el contexto del problema: Explorando los antecedentes, los factores relevantes y las partes interesadas involucradas. Esto implica considerar el medio ambiente, los recursos, las limitaciones y los posibles impactos del problema.
* Formular preguntas u objetivos de investigación: Traducir el problema en objetivos específicos, medibles, alcanzables, relevantes y vinculados en el tiempo (inteligente). Esto proporciona una dirección clara para encontrar soluciones.
* Priorizar el problema: Determinar la urgencia y la importancia del problema en relación con otros problemas competitivos. Esto ayuda a asignar recursos de manera efectiva.
La configuración de malos problemas puede conducir a un esfuerzo desperdiciado, soluciones ineficaces e incluso exacerbar el problema inicial. Una configuración de problemas bien definida, por otro lado, aumenta la probabilidad de desarrollar soluciones efectivas y eficientes. Es un primer paso crucial en cualquier esfuerzo de resolución de problemas, ya sea en investigación, ingeniería, negocios o vida cotidiana.